jueves, 19 de mayo de 2011

La DISCAPACIDAD como construcción social.



Toda sociedad construye sus propios conceptos, acerca de lo que se instituye como “normal”. Así vista, la normalidad es aquello que se espera de un individuo, que pertenece a una determinada comunidad y que se considera como un requisito indispensable para desenvolverse en ella. Por lo que la ausencia de esta norma, la carencia o falla en estas características hegemónicas, ubica a quien las carece como alguien diferente, que se mueve por fuera de ese territorio. Desde esta perspectiva ese individuo pasa ser considerado anormal, incapaz, discapacitado y excluido desde el marco referencial que dictamina el imperio de lo normal.
Cuando la acepción del término discapacidad es absoluta y monolítica, se sitúa como un atributo de la persona y conlleva un significado que pasa a ser el denominador común, con que se lo representa, motivo por el cual no queda mayor espacio para el reconocimiento del otro como un “Ser” semejante-diferente.
El hecho de pensar la discapacidad como construcción social, se da a partir del intercambio entre las personas que conforman un grupo: familia, escuela, institución social, deportiva, laboral entre otras, donde se pone de manifiesto la relación que existe entre el significado que se le otorga a la discapacidad y la manera en que los demás actúan o se relacionan con ellas.
Por lo que el significado social de la discapacidad depende, entonces, de cómo se construye este concepto en una comunidad y, a la vez, de cómo este se incluye en el imaginario social.
Una representación rígida o parcial de la discapacidad categoriza a las personas a partir de una única característica, inamovible, que solo marca la desventaja sin que se puedan tener en cuenta las otras facetas del sujeto. Esta clasificación se convierte en una etiqueta descalificadora, con valor de documento de identidad, y resulta tan intransigente e inamovible que, en más de una oportunidad, sustituye al nombre propio de cada uno.
Los prejuicios sobre la discapacidad circulan en el ámbito social como una verdad instituida, sin que se cuestione demasiado la supuesta certeza que en ello se enuncia, y se han impuesto y consolidado a lo largo del tiempo desde el poder que lo sostiene.
Para las personas con discapacidad surgen apelativos que las ubican en una situación de subordinación y desventaja con respecto a un grupo hegemónico que no porta el rasgo por el que se establece la diferencia: rengo, bobo, tonto, sordo, disca, down, paralitico, etc, lo que inevitablemente supone una discriminación.
Por nuestra parte, consideramos que el significado de la discapacidad debe vincularse con el respeto por el otro y su derecho a ser diferente, lo cual no significa negar las dificultades sino reconocerlas, no se trata tampoco de suponer que todos somos iguales, ni de borrar las diferencias, sino de considerar la discapacidad como una condición de un individuo o grupo y no como su esencia determinante.
Reconocer las posibilidades y limitaciones propias y las de los otros, promoviendo las interacciones entre los miembros de una comunidad en forma más justa y equitativa, presente o no discapacidad.
Consideramos que es necesario reconocer, que en nuestras costumbres casi nunca se incluye a las personas con discapacidad como integrantes naturales de la comunidad. Se los considera "especiales", relacionándolos con roles específicos como el de niños eternos, seres dependientes, etc. Llama la atención si se los ve en escuelas o universidades comunes o si trabajan en funciones competitivas. De esta manera se coarta la vida independiente, el desarrollo personal, la participación en la vida comunitaria. La cultura oficial aparece excluyendo todo tipo de diferenciación humana. Y esto se manifiesta en políticas de desarrollo por separado para personas con discapacidad, salidas laborales improductivas, etc.
Si bien la falta de información provoca ciertas actitudes de segregación, debemos reconocer que lo que está en juego son los valores de la salud, de las diferencias humanas, de la vida. Nuestra actitud como colectivo deberá ser modificada para lograr una verdadera equiparación de oportunidades.


BIBLIOGRAFIA: Borsani Maria José “integración educativa, diversidad, discapacidad en la escuela plural” en Novedades educativas, año 2007.

Cintia, María, Romina, Paula.

2 comentarios:

Nerina Medina, Sofía Labourdette dijo...

La discriminación es un problema que afecta a nuestra sociedad en diversos ámbitos, discriminación se entiende por modificar o alterar la igualdad entre las personas.
Basta que alguien se sienta discriminado para que exista, es decir, a partir de la percepción de quien la padece podemos hablar de que existe la discriminación.
Nosotras creemos que la poca atención que le brindamos las personas a aquellas otras que presentan discpacidad alguna está motivada por la poca información que se tiene sobre las mismas. Necesitamos más conocimientos acerca de éstas, acercandonos a su mundo que resulta semejante al nuestro y no tan diferente como podemos imaginar.

Anónimo dijo...

Socialmente, no estamos preparados para la inserción de personas discapacitadas. Aún pese a los grandes avances para lograr la inserción del discapacitado a la sociedad, a la vida social, club, escuela, trabajo, se siguen observando estigmas que aún marcan la discriminación. Se ve en el discapacitado las desventajas sin reconocer aquellos alcances que puedan tener. ¿Qué es ser normal? ¿Cuál es el punto de partida para decir que alguien es anormal o tiene alguna discapacidad?
La discapacidad que tienen que ver con el intelecto es la consecuencia de políticas sociales mal empleadas, hambre, pobreza, desocupación, abandono.
Observando talleres de integración por el arte muchas veces los que decimos ser “normales” creemos que ellos deben aprender de nosotros, cuando realmente es a la inversa, ellos son quienes nos muestran o nos enseñan como día a día sortean diferentes obstáculos con entereza, soportan la carga de discriminación poniendo alegría entusiasmo y fuerza para seguir. Se manejan en grupos el que no puede ver es bastón del que no puede caminar, el que no escucha es los ojos del ciego, nos muestran la gran cuota de compañerismo, solidaridad y respeto, características estas que nos pueden marcan a los que decimos ser “normales”, como “anormales”.


Agustina Ayesa.