miércoles, 28 de septiembre de 2011

"LA CONSTRUCCIÓN DE LA SUBJETIVIDAD"

APRENDIENDO DESDE NUESTRA SUBJETIVIDAD...

Cuando nos referimos a cuestiones relacionadas con el aprendizaje, entendido “como un proceso de construcción y apropiación del conocimiento que se da por la interacción entre saberes previos del sujeto y ciertas particularidades del objeto” (Norma Filidoro), no podemos dejar de incluir en él el concepto de subjetividad, aquel concepto referido a nuestro modo de pensar o de sentir, a aquello que nos brinda identidad, y en este sentido, identidad para aprender, esto es, cada persona, cada sujeto, aprenderá de un modo singular. Estamos hablando de un aprendizaje impregnado por la constitución subjetiva, la historia de vida individual, y es así que infinidad de aspectos espacio - temporales que definen la relación sujeto - objeto en el aprendizaje se articulan a la individualidad del que aprende.

El aprendizaje es un proceso complejo que implica pensarlo desde todas sus dimensiones, y donde la subjetividad de cada persona cobra real importancia. Es por ello que nuestra labor como Psicopedagogas implica tener en cuenta que aprendizaje y subjetividad son procesos en construcción, por lo cual nuestras intervenciones estarán apuntadas a estimular la formación y el desarrollo de la subjetividad de cada sujeto, donde el mismo adopte una postura activa en su propio proceso de aprendizaje. Para ello es imprescindible entender que cada uno tiene su propia historia, sus propias singularidades, sus propios modos de aprender…

El aprendizaje es un proceso que se inicia desde el momento del nacimiento, aunque muchas veces suele pensárselo solo en términos de aprendizaje escolar donde una persona solo debe responder a las demandas escolares y cumplir con determinados objetivos, y es aquí, por lo general, donde comienza a dejarse de lado la subjetividad de cada uno, no se tiene en cuenta su historia personal, cómo ello puede influirle al sujeto al momento de significar un objeto, ya que la subjetividad se construye a partir de un trabajo psíquico que el niño realiza desde el momento de nacer, y que no logra sólo, sino a través de otros, esos otros que, a su vez, han construido su propia historia, sus propios modos de apropiarse de los objetos de conocimiento, de sentir, de pensar, esos otros que ya insertos en la cultura, que han incorporado un código que les posibilita la comunicación y la vida con otros.

Esta mirada en relación al aprendizaje, es la que se desea que pueda construir la escuela, la sociedad, y todas aquellas personas que forman parte del proceso de construcción de subjetividad y aprendizaje de otras, ya que muchas veces se exige un aprendizaje donde una persona pueda ser incluido en la escuela, en la familia o en la sociedad siempre y cuando puedas alcanzar determinados objetivos o condiciones que se consideran necesarias. Aquí se está dejando a un lado definitivamente al SUJETO como tal, no se respetan sus tiempos, sus necesidades, sus particularidades…

Es con todo lo que se ha mencionado que se nos abren grandes interrogantes como futuras profesionales, interrogantes que no sabemos si podemos obtener una respuesta segura, pero que seguramente lo intentaremos. Estos interrogantes radican en ¿Cómo hacer para que las personas puedan comprender que cada uno aprende desde su subjetividad, que la historia de todos se halla inscrita en ese proceso, que cada historia influye de tal manera en cada uno de nosotros que nos impregna de por vida, que todos tenemos tiempos diferentes y que es por ello que resulta muy difícil que accedamos a los objetos de conocimiento con los tiempos acelerados que la sociedad actual presenta y pretende para todos?...

Publicado por Belén, Paz y Antonella.

BIBLIOGRAFÍA:

FILIDORO, NORMA. Psicopedagogía: conceptos y problemas. La especificidad de la intervención clínica. Editorial Biblos, Be. As. 2002.

jueves, 8 de septiembre de 2011



LA ESCUELA COMUN Y LA DISCAPACIDAD:
Durante varios años, las propuestas educativas para las personas con discapacidad han tomado diversas formas según fuera el momento por el que atravesaba el país y el sistema educativo de pertenencia.
En argentina hubo dos sistemas que trabajaron en forma aislada e independiente: el común, para alojar a la mayoría de la población, y el especial, destinados a los alumnos con discapacidad.
A partir de la sanción de la ley de Educación 26.206, publicada en el año 2006, se empieza a materializar y hablar de un sistema educativo de carácter inclusivo. La misma ley en su art.11 expone como uno de sus objetivos el “brindar a las personas con discapacidades, temporales o permanentes, una propuesta pedagógica que les permita el máximo desarrollo de sus posibilidades, la integración y el pleno ejercicio de sus derechos”.
Tal acción se fundamenta en el reconocimiento de la diversidad como constitutiva de la sociedad, de la escuela y de sus protagonistas, según la cual se afirma en que lo común es lo diverso. Sólo en los casos en que un alumno que posea necesidades especiales que revistan una complejidad a la que no pueda dar respuesta el servicio ordinario, se propone su escolarización en Escuelas Especiales.
Desde esta perspectiva y este nuevo sistema, no basta solo con incluir al alumno, sino que resulta necesario principalmente integrarlo. La integración, es entendida aquí, como un proceso institucional proyectado en cada sujeto de aprendizaje, con intervención profesional.
Es por ello que resulta difícil esta tarea, no solo se trata de otorgarle al niño la posibilidad de asistir a una escuela común, sino que es necesario integrar al mismo desde sus particularidades, donde exista una escuela que no solo aloje al niño, sino que lo acompañe y sostenga en su paso por la escolaridad.
Cuando hablamos de integración es necesario destacar aquí, la importancia que posee la mirada desde la cual, la Escuela recibe a los niños con discapacidades. Acerca de la complejidad de este tema, nos parece interesante y esclarecedora, la posición de la Lic. Norma Filidoro, quien nos advierte sobre la ardua tarea que toda Institución Educativa debería realizar para que la inclusión se lleve a cabo. La Escuela es aquella encargada de ofrecer al niño un lugar en el que mirarse y le da la posibilidad de hacer obra en la que quedar representado. Su importancia radica en su percepción acerca del otro, el espejo en el que el niño se mira es fundamentalmente la mirada del otro, la cual va a ser constitutiva de su subjetividad.




La escuela incluye cuando hace operar sobre el niño la función constituyente que le es propia. Instituir subjetividad quiere decir constituir a ese niño como ser humano y como sujeto social, como semejante y como diferente.




Es por ello que una escuela es inclusiva cuando puede recibir al niño en un lugar vacio. Lugar en la que el niño advendrá alumno en la medida que se apropie desde su singularidad, de los modos de ser y estar.




No se trata de incluir, ocupar un lugar,
Sino de Integrar darle un lugar a la historia singular de los sujetos
Por lo que nos preguntamos
¿Hoy las escuelas están preparadas para esta tarea?




Bibliografia: Filidoro, Norma. "Nuevas Formas de exclusión". En: Educación especial. Inclusión educativa. Nuevas formas de exclusión. Ed. Novedades educativas, Buenos Aires, 2003.
www.elcisne.org

Cintia,Romina,Paula,María

sábado, 3 de septiembre de 2011

"LA CONSTRUCCIÓN DE LA SUBJETIVIDAD"


LA ESCUELA DESDE UNA MIRADA SUBJETIVANTE

En principio, el acceso a la educación no era para todos, sino para los avanzados, los civilizados, como diría Sarmiento; pero el pobre, el marginado, el “bárbaro” si se quiere, no tenía siquiera oportunidad.

Hoy en día la cosa es bastante diferente, el ingreso y sostenimiento en el Sistema Educativo es un derecho en Argentina, regido por una Ley Nacional de Educación (la 26.206), la cual plantea que el Estado Nacional, las Provincias

y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tienen la responsabilidad principal e indelegable de proveer una educación integral,


permanente y de calidad para todos/as los/as habitantes de la Nación, garantizando la igualdad, gratuidad y equidad en el ejercicio de este derecho, con la participación de las organizaciones sociales y las familias.

A esta escuela nos referimos aquí, a la escuela del siglo XXI, con la que nos enfrentamos en la cotidianeidad de nuestras vidas, y aquella que se ha ido formando a partir d

e la historia que la acompaña, porque para llegar a esta escuela de hoy fue necesaria la escuela de ayer.

La escuela, sea de gestión estatal o privada, debe brindarse a la IGUALDAD DE OPORTUNIDADES, la cuestión está en qué entendemos por ello. Desde nuestra mirada psicopedagógica, y también humana, podemos decir que se trata de igualdad en cuanto consideremos, en primer lugar, aquello que el sujeto es, aquello con lo que llega a la escuela y que cubre todos los aspectos de su vida, y a partir de allí podemos plantearnos (plantearle) un amplio abanico de oportunidades adecuadas a las necesidades de cada uno. De esta manera, pueden verse las diferencias en tanto hablamos de sujetos singulares, teniendo en cuenta la esencia de cada uno y no generalizando como si todos tuviéramos las mismas necesidades.

Ahora si podemos pensar en la escuela como un agente mas en el proceso de subjetivación de las personas. Allí

construimos muchos rasgos de nuestra personalidad, valores, sentimientos, aprehendemos la historia, seguimos aprendiendo cómo relacionarnos con quienes nos rodean y mucho mas.

Teniendo en cuenta esta manera de pensar a la escuela, es importante abrir la pregunta, plantearse interrogantes acerca de ¿Qué le pasa a este niño que tengo frente a mis ojos? ¿Cómo puedo ayudarlo? ¿Cómo ve a la escuela este

niño?, entre otras que puedan ocurrírsenos.

Siguiendo esta misma línea de ideas, Koplow plantea un proyecto para pensar la escuela desde la educación sentimental, y este es un punto al que no podemos dejar de atender si queremos que la escuela sea para el niño y su familia un referente de vida. En Escuelas que curan, Koplow nos hace ver ese entramado de redes que se produce entre el sujeto, la familia y la escuela; en esa interacción gira por bastante tiempo la vida de cada niño, y es allí a donde debemos atender para permitirle llevar una vida emocionalmente saludable.

En relación a la subjetividad, la escuela resulta ser un agente de construcción, porque se transforma en un segundo hogar, no solo como refugio físico sino también como refugio que aloja sentimientos. La escuela aporta un granito de arena para que cada uno pueda explayarse, mostrar su ser, su creatividad, su imaginación, su conococimiento, su desconocimiento, sus alegrías, sus tristezas, sus preocupaciones, sus…muchas cosas más.

Lo importante es poder abrir los ojos y ver que no se trata solo de responder a un funcionamiento sistemático, a través del cual si bien se impulsan políticas públicas de bien social, no se deja de responder a un pensamiento hegemónico para que el sistema siga funcionando. Se trata de poder ver más allá de lo que tenemos enfrente de nuestros ojos, encontrarnos con su historia, aquella que lo fundamenta y lo acompaña, para en la práctica brindarle lo que realmente necesita como sujeto singular.

No solo desde el espacio psicopedagógico se plantea esta temática respecto de la escuela como constructora de subjetividad, sino desde todo el ámbito educativo, tal vez no sea la labor más fácil, pero si será darle a los niños una mano para seguir adelante, qué mejor que la gratificación de sentir que el paso por la escuela de un niño sea una experiencia que valga la pena vivir.


BIBLIOGRAFÍA

  • KOPLOW, L. Escuelas que curan. Ed Troquel. Bs. As. 2005
  • Ley Nacional de Educación 26.206

jueves, 1 de septiembre de 2011

La mirada que tiene la sociedad sobre la discapacidad








Toda sociedad construye sus propios conceptos acerca de lo que se instituye como normal, de aquello que por lo general considera como una serie de características establecidas que configuran a las personas de determinado grupo. Así vista, la normalidad es aquello que se espera de un individuo que pertenece a determinada comunidad y que se considera como requisito indispensable para acceder al mundo. Por lo que la ausencia de esta norma, la carencia o falla en estas características hegemónicas, ubica a quien las carece como alguien diferente, que se mueve por fuera de este territorio. Desde esta perspectiva, ese individuo pasa a ser considerado anormal, incapaz, discapacitado y excluido desde el marco referencial que dictamina el imperio de lo normal.

En el caso de la discapacidad, su significado es instituido desde la pertinencia del saber médico que se ocupa de la salud, pero que no resulta ser el más apropiado ni el más idóneo para las cuestiones de aprendizaje. Cada disciplina científica toma un objeto de estudio en particular, un marco referencial y líneas de investigación y acción que les son propias, de allí lo riesgoso que resulta asimilar o trasladar conceptos sin la debida rigurosidad.

Cuando la representación de la discapacidad es absoluta y consistente en donde se sitúa como un atributo de la persona y conlleva un significado que pasa a ser el denominador común con que se la representa, motivo por el cual no queda mayor espacio para el reconocimiento del otro como ser, como un semejante-diferente, como una persona con alguna discapacidad, con derecho a una vida plena y digna como cualquier otra.

La organización Mundial de la Salud, en 1980, definió a la discapacidad como “toda relación o ausencia, debido a una deficiencia, de la capacidad de realizar una actividad en forma o dentro del margen que se considera normal para un ser humano”. Este concepto sitúa el problema desde la óptica del modelo médico y pone énfasis en la rehabilitación del trastorno, pero deja muy poco espacio para un análisis más amplio que contemple los aspectos sociales del tema, ya que la discapacidad sólo es vista como algo inherente al sujeto por lo que la intervención recae fundamentalmente sobre él.

Por otro lado, desde una óptica innovadora es pensar a la discapacidad como un construcción social que se da a partir del intercambio entre las personas que conforman un grupo: familia, escuela, institución social, médica, deportiva, laboral, recreativa, etc.

Esta mirada plantea la estrecha relación que existe entre el significado que se les otorga a las situaciones o personas en las que está presente la discapacidad y la manera en que los demás actúan o se relacionan con ellas.

Las representaciones sociales funcionan como un medio que permite interpretar lo real, ordenar lo percibido dentro de un sistema coherente y guiar la acción a partir de definir los objetos, las situaciones y las respuestas adecuadas.

Las representaciones son construcciones mentales de la realidad que se extienden a un grupo o colectividad.

Por lo tanto, el significado que la sociedad tiene de la discapacidad depende, entonces, de cómo se construye este concepto en una comunidad y, a la vez, de cómo éste se incluye en el imaginario social.

Una representación rígida o parcial de la discapacidad categoriza a las personas a partir de una única característica, inamovible, que sólo marca la desventaja sin que se puedan tener en cuenta las otras facetas del sujeto. Esta clasificación se convierte en una etiqueta descalificatoria, con valor de documento de identidad, y resulta tan intransigente e inamovible que, en más de una oportunidad, sustituye al nombre propio de cada uno.

Muchas veces esto genera prejuicios en las personas, entendiendo a este como ideas que se forman las personas respecto de otros seres humanos o de sus acciones y creencias, sin que exista un verdadero conocimiento que fundamente este juicio, que se sostiene en opiniones mayoritarias o en tradiciones que se transmiten de generación en generación. Estos conceptos se propagan socialmente en todo tipo de relaciones y en circunstancias muy variadas, sin que nadie reflexione demasiado sobre la validez de sus contenidos.

Por lo general, los prejuicios referidos a las personas se presentan como una contraposición entre todos los individuos pertenecientes a un determinado grupo, a los que se les asignan características negativas y todos los de otro grupo a los que se les asignan características positivas. Así planteadas las cosas, se establecen duplas por oposición: haraganes-trabajadores, irresponsables-responsables, amarretes-generosos, débiles-fuertes, inútiles-útiles, exitosos- fracasados, ricos-pobres, letrados- iletrados, capacitados-discapacitados.

Estos prejuicios sobre la discapacidad circulan en el ámbito social como una verdad instituida, sin que se cuestione demasiado la supuesta certeza que en ellos se enuncia, y se han impuesto y consolidado a los largo del tiempo, desde el poder que los sostiene.

Se podría inferir que la discriminación surge cuando las diferencias, las desigualdades, que existen entre las personas se interpretan como desventajas y por este motivo se valora a algunos como mejores con respecto a otros que quedan situados como peores. También no es ninguna novedad señalar que todos los seres humanos somos diferentes. Las diferencias que existen son tan numerosas y variadas que los criterios para describir, reunir y/ o dividir a los individuos en grupos son casi infinitos. No obstante, más allá de las diferencias, todas las personas comparten igualdad en la naturaleza humana, son libres, tienen capacidad de pensar, de amar, de crear, de construir la propia historia.

Una manera de comenzar a trabajar con estos prejuicios es adoptar una revisión crítica que permita pensarlos, cuestionarlos y así revertir las acciones discriminatorias que ellos sustentan.

En conclusión, desde este enfoque, el significado de la discapacidad se vincula con el respeto por el otro y su derecho a ser diferente, lo cual no significa negar las dificultades sino reconocerlas. No se trata tampoco de suponer que todos somos iguales ni de borrar las diferencias, sino de considerar la discapacidad como una condición de un individuo o grupo y no como su esencia determinante.

Reconocer las posibilidades y limitaciones propias y las de los otros promueve las interacciones entre los miembros de una comunidad en forma más justa y equitativa, presenten o no discapacidad.

Todas las sociedades del mundo se enfrentan al desafío de construir comunidades más justas, basadas en la igualdad de beneficios y en la equidad de oportunidades para todos sus integrantes, por lo que es indispensable trabajar sobre las desigualdades y los prejuicios existentes.

BIBLIOGRAFIA: Borsani, Ma. José. Integración educativa, diversidad y discapacidad en la escuela plural. Ed. Novedades Educativas, 2007. Págs. 27-28 y 262-263.

Integrantes: Acuña Débora, Agosta Victoria, Catalá Fatima, Ibañez Cintia Ruth.