viernes, 24 de junio de 2011

EL CERTIFICADO DE DISCAPACIDAD ¿PUEDE DISCAPACITAR?

El certificado de discapacidad es un documento único público. Podría considerarse como la llave de acceso al sistema de salud, y a los beneficios instituidos por la normativa en la materia para las personas con discapacidad.
Si bien este es la única posibilidad para abrir las puertas de la obra social, y que ella se haga cargo económicamente de las necesidades especiales, y los tratamientos que un niño requiere, como futuras profesionales, nos llama a la reflexión y a preguntarnos, sobre las consecuencias emocionales y psíquicas que este certificado puede ocasionar en estos pequeños, ya que en la mayoría de los casos se encuentran encapsulados, encerrados frente a esta etiqueta, que este les adhiere.
Nombrar la discapacidad, no significa nunca nominar a un niño, ya que es nombre propio lo que lo designa como un sujeto y lo ubica socialmente. De este modo crea su identidad, su singularidad al mismo tiempo que se identifica con su nombre, que un otro deseo para él.
Cuando se adosa el nombre del niño, a la discapacidad que esté presente, se corre el riesgo de sustituir su nombre propio, por el nombre de la discapacidad, y con esto nos encontramos con denominaciones como “no se trata de Florencia o de Juancito, sino de él que tiene síndrome de Down, o es un lesionado cerebral”.
Por lo que el problema ocurre cuando la discapacidad crea una identidad fija, sin plasticidad que bloquea la subjetividad a tal punto que puede impedir el derecho de todo niño de indagar ¿QUIEN ES?, pues este derecho se completa con el termino discapacidad.
Así si el niño ocupa la posición del certificado, o sea, que el mismo se transforme en cédula de identidad, corre el riesgo siempre latente de ser paralitico, de ser un TGD, un down, un deficiente. Y en esta situación no solo no tiene un nombre donde reconocerse, sino que quedará fijada en esta posición, por lo que obstaculizará su camino de apertura a todas aquellas potencialidades, y actividades que pueda realizar más allá de su discapacidad. Por lo que si este niño ocupa la posición de sujeto y no de objeto de un certificado, la experiencia será diferente en cuanto a la relación con los otros, aquellos con los cuales comparte y crea el nos-otros, único espacio posible donde el universo infantil, crea su propia historicidad, la cual no será nunca la de su discapacidad y mucho menos la de un certificado.
Como futuras profesionales, es muy importante que tengamos en cuenta, como nos posicionamos frente a un niño que posee cierta discapacidad, ya que nosotros funcionamos como un espejo donde este niño se mira, por lo que si nuestra mirada va estar dirigida sobre lo que eso chico no puede o carece, quedará estigmatizado frente a nosotros. En cambio si por lo contrario, lo miramos desde la subjetividad de ese niño, que tiene un nombre, una historia, le estaremos abriendo un camino para que él pueda desarrollarse y crecer en un ambiente sano, que le permita desplegar todas sus potencialidades y relacionarse con los otros. Con el único fin de que este se SIENTA PARTE, erradicando la exclusión, y la discriminación que el certificado de discapacidad muchas veces esconde.

Bibliografia:
Revista “el cisne”, discapacidad-educación-rehabilitación, Febrero año 2011.
Conferencia de la Lic. Norma Filidoro, “inclusión/exclusión escolar de niños con problemas en el desarrollo. Efectos en la subjetividad” en revista Psignos, año 2008.
Coriat, Elsa. “Cuando el desarrollo infantil, se encuentra con problemas”, en revista Pertenecer Ser, CIFAP, n°11.


Autoras: Cintia, María, Paula, Romina.

martes, 7 de junio de 2011

Paradigmas para ver y conocer


A lo largo de la historia, las personas con discapacidades, debieron sufrir grandes discriminaciones, desde las formas despectivas de nombrarlos, el alejarlos de las sociedades, esconderlos, o hasta matarlos por creer que nos son personas “normales”, por creer que no sirven, que son incapaces de hacer nada…

Hoy vemos que la sociedad actual intenta tomar nuevas posturas que no discriminen, pero ¿se cumplirá? Es muy difícil erradicar la discriminación hacia las personas con alguna discapacidad del pensamiento de la gente. Los prejuicios y las concepciones previas no pueden modificarse con leyes.

La discriminación parte desde la mirada de desvalorización que se les da a las personas, su grado de inferioridad, de “incapaz”; y el solo hecho de ser mirado de esta manera genera las primeras distancia, que se convertirán más tarde en marginación y segregación. Se los excluye por su diferencia y sufren más por la mirada social, que por sus propias limitaciones.

Existen dos paradigmas que organizan el pensamiento y las practicas con personas con discapacidades; ambos coherentes a partir del elemento que las crea.

Uno de ellos es el paradigma del DEFICIT, el cual significa “deficiencia en la cantidad o cualidad”; “la falta o el impedimento en una capacidad funcional”; “una desventaja”. Desde este paradigma, la normalidad se establece como mayoría, como convención, o como modelo enunciado por la autoridad (médica, religiosa o legal) y las intervenciones se proponen para compensar, reemplazar, dar lo que falta. La discapacidad suele leerse desde la problemática del tener; pero al esencializar la falta, la discapacidad entra en la problemática del ser y la persona es reducida al ser en falta; lo que la coloca debajo de un techo del cual no se espera que pueda desarrollarse.

El otro paradigma que interviene, es el de LA DIFERENCIA, la cual significa “la calidad o el estado de ser diferente”; “una característica que distingue uno de otro o del promedio”. Diferente proviene del latín diferens, que significa “dos caminos”; entonces desde este paradigma, la discapacidad es una condición cualitativa de un sujeto que “va por otro camino”.

Pensar la discapacidad desde este paradigma requiere de un esfuerzo especial; solicita correrse de la inercia de pensarlos desde la falta; dejar de mirarlos por lo que no tienen y empezar a identificarlos por aquello que pueden, pudieron y podrán. Desde este paradigma, se brinda un apoyo no para compensar una falta, sino brindar la ayuda como cualquier otra persona necesita para vivir como se quiere.

Este cambio de paradigma nos permite dejar de ver a las personas con discapacidades como alguien dependiente de por vida desde todos los aspectos, para comenzar a pensar en una persona que requiere ayuda durante algún tiempo en determinadas áreas.

Y nosotros… ¿Cómo vemos?


Acuña Debora, Agosta Victoria, Catalá Fátima e Ibañez Cintia


Bibliografía: Gonzalez Castañón D. y Aznar A. “¿Son o se hacen?” Novedades educativas cap. 1 y 2. Año 2008

miércoles, 1 de junio de 2011

"LA CONSTRUCCIÓN DE LA SUBJETIVIDAD"


CONSTRUYÉNDONOS A PARTIR DEL DESEO

Partiendo del conocimiento de que el proceso de construcción de la subjetividad comienza antes del nacimiento, en el momento mismo de la gestación, con Otros que forman parte de dicha construcción, es posible afirmar que paralelamente a ello, desde el estadio fetal, se estructura inconscientemente una imagen del cuerpo, que es “la encarnación simbólica inconsciente del sujeto deseante” (Doltó, 1984)[1]. Esta imagen inconsciente es parte fundamental de la identidad del sujeto, y por lo tanto, de su subjetivación.


Consideramos, desde este espacio, que esta imagen inconsciente del cuerpo no es única ni estática, sino que va evolucionando a lo largo del desarrollo; a partir de esta idea, es necesario mencionar que existe una vivencia relacional originaria que marca nuestra memoria a medida que nos estructuramos. Esta estructuración sólo es posible a partir del momento en el que todas estas experiencias primarias se verbalizan, es decir, se simbolizan (Binet, 1999)[2].

Para entender a la imagen inconsciente del cuerpo es preciso pensar la diferencia que existe entre lo que un sujeto idealiza, desea, anhela de su cuerpo y lo que este realmente es. Es decir, entre el esquema corporal, el cual especifica al individuo en cuanto representante de la especie que es, en principio, el mismo para todos; y la imagen del cuerpo, que por el contrario, es propia de cada uno, está ligada al sujeto y a su historia, y es eminentemente inconsciente (Doltó, 1984).

Al pensar en el proceso de construcción de la subjetividad, se propone desde este espacio tener en cuenta que resulta fundamental considerar cómo el sujeto se ve a sí mismo. Así, nos replanteamos la imagen inconsciente del cuerpo como una característica que favorecerá el proceso de subjetivación en tanto el bebé, que va creciendo hasta formarse como adulto, pueda desarrollar su capacidad de deseo.



De esta manera, pensamos que todo sujeto es capaz de desear y ser deseado, es sujeto deseante y sujeto de deseo. En el marco de su constitución subjetiva, el sujeto se encuentra inmerso en un abanico de instituciones, dentro de las cuales se va fomentando y alimentando esta posibilidad de deseo. Los valores, los sentimientos, la afectividad, son algunas de las transmisiones que recibimos de la familia, de los amigos, de la escuela y de otras instituciones en las que nos desarrollamos.

Esta capacidad de deseo a veces se ve obturada debido a diferentes factores, como pueden ser un contexto adverso, una historia generacional compleja, que tienen como prioridades en la vida cuestiones que si bien cumplen un papel en la construcción de la subjetividad, no pueden detenerse en la reflexión acerca de la subjetividad misma. Esto hace que el proceso de desarrollo del sujeto pueda verse obstaculizado, lo cual no significa que se imposibilite la capacidad de deseo.

En relación al Sujeto de la Psicopedagogía proponemos poder pensarlo como un Sujeto deseante, a quien primeramente podamos conocer brindándole la oportunidad de mostrarse tal cual es, de manera que podamos ver aquella imagen corporal que definimos en este artículo. En consecuencia no estaremos focalizándonos en la presencia o ausencia de dificultades de aprendizaje exclusivamente, sino que intentaremos que el sujeto pueda desplegar su deseo, y a partir de ello podremos dar nuestro aporte a la construcción de su subjetividad.

Realizado por Azuaga Paz, Buchanan Belén y Orfanelli Antonella.


[1] Doltó, Francoise , “La imagen inconsciente del cuerpo”, Ed. Paidós, 1984

[2] Binet, Eric; Perspectivas: revista trimestral de educación comparada. Paris, UNESCO: Oficina Internacional de Educación, Vol. XXIX, N° 3, 1999.

"Diversas maneras de ver la discapacidad".

Mogolico, gorki, longui, anormal, bobo, opa, lento, tonto, zonzo, tarado, deficiente, minusválido, aparato, chico especial, inhábil, idiota, enfermo mental, lerdo, imbécil, oligofrénico, Rainman, fronterizo, débil, estúpido, discapacitado mental, discapacitado intelectual, discapacitado cognitivo, “le faltan cinco minutos de hervor”, “el ascensor no le llega hasta arriba”, “le falta algún jugador”, “tuvo retraso madurativo”, “le faltan caramelos”, “no es como los otros”.
¡Tantas palabras para nombrar lo mismo a lo largo de las épocas! Las más serias, en cada época, parecen ser las adecuadas, por un tiempo. Luego son criticadas porque se encuentra una denominación más radical, centrada en la “verdadera” esencia del fenómeno. Todas se apoyan en alguna parte auténtica, simplificando excesivamente la totalidad, reduciéndola tan sólo a ese factor. Desde mi lugar voy utilizar la denominación discapacidad intelectual, la más aceptada en foros internacionales en la actualidad.
Idiota viene del griego idio, que significa propio, particular (como en idioma e idiosincrasia). El idiota era el que se preocupaba tan sólo de sus propios asuntos y n se interesaba por los asuntos de los ciudadanos. Por extensión, en la Europa medieval se utilizó para designar a aquellos ignorantes, usualmente extranjeros, que no dominaban adecuadamente el latín. Esta categoría, entonces, se refiere a la discapacidad intelectual a partir de su escasa participación social y la minusvalía otorgada por el conjunto.
Estúpido, por su raíz, refiere a quien se sorprende o se aturde, y tarado es el que lleva una carga (la tara de las balanzas y los camiones). Estas dos palabras aluden a la ingenuidad y a la carga previa.
La raíz de imbécil es latina y controvertida, pero parejamente deficitaria. El imbécil es el que no se sostiene por sí mismo y necesita de un bastón (becillis es el diminutivo de baculum, bastón). De este modo, los ancianos, los enfermos y los retrasados mentales son los que necesitan un apoyo. Otra versión dice que quienes usaban bastón eran sabios y quienes no lo tenían, los sin bastón, metafóricamente, eran ignorantes. Desde esta vertiente, la discapacidad intelectual se asociaría con la insuficiencia en los aprendizajes. Una última versión refiere que la raíz no es becillos, sino bellum, guerra, aludiendo entonces a los que eran incapaces de ir a guerrear.
Podemos decir que hace milenios que no logramos despegarnos de estas imágenes deficitarias: lento, frágil, no-ciudadano, ignorante, incapaz de sostenerse por sí mismo; por eso, desde mi punto de vista, a la hora de definir y hablar de discapacidad creo necesario mencionar estas palabras y sus orígenes, ya que la mayoría los desconoce, y parece que utilizaran esas palabras sin pensar realmente de lo que se esta hablando o a lo que se esta refiriendo realmente.
Estas palabra implican mucho mas que un “bobo que no puede hacer lo mismo que yo; un bobo del que me siento superior”. Por eso mi objetivo no es solo que conozcan de que hablamos cuando hablamos de discapacidad, sino también pensar en cuantas veces usamos esas palabras, cuantas veces sabemos realmente de lo que estamos hablando y si al ver lo que es la discapacidad, se podrían volver a mencionar sin pensar todas estas palabras.


La discapacidad hizo su aparición como concepto después de la Segunda Guerra Mundial. Una cantidad de miembros de la sociedad extremadamente valorados, los héroes de guerra, volvían a su hogar. En muchos casos, las secuelas les impedían retomar sus vidas previas. El Estado no podía desentenderse de sus situaciones ya que había sido el causante de las mismas. Esa conjunción llevó a que los primeros discapacitados fueran los veteranos de guerra, e instituyó un nuevo lugar social para un grupo de actores que siempre había existido.
El uso del concepto de discapacidad para designar a quienes presentaban un trastorno genético, congénito o juvenil fue tardío, lindando con la década del 60.
Podemos decir, además, que la discapacidad no es un estatuto fijo. Es una condición relacional, un producto social dinámico resultante de tres grupos de factores: los individuales, los contextuales y los vinculares. La discapacidad no es cuestión de enfermedades ni de injusticias, aunque a menudo las incluyen. La discapacidad y la minusvalía sólo se evidencian cuando se activan los mecanismos y factores que la producen.
La minusvalía radica en la práctica social, en el trato entre humanos, no en la falta de inteligencia, de visión o de movimiento de la persona con discapacidad. La indiferencia, el ninguneo y la discriminación son las barreras más fuertes para la participación social de las personas con discapacidad intelectual.
Para finalizar como bien dije, me gustaría no solo compartir un enlace acerca de la discapacidad, sino que también me interesa que esto no solo sea informativo, para conocer realmente el concepto de discapacidad, sino también, un espacio de reflexión en donde cada uno se replantee que piensa cuando piensa en este término y si lo usa correctamente, ya que es una palabra que se utiliza permanentemente a través de otras que derivan de ella, por eso mismo seria oportuno que cada uno reflexione y pueda decir que piensa al respecto.

Realizado por: Fátima Catalá, Victoria Agosta, Cintia Ibañez y Debora Acuña.

Bibliografía.
¿Son o se hacen?: el campo de la discapacidad intelectual estudiado a través de recorridos múltiples/ Andrea Aznar y Diego Gonzáles Castañón: con prólogo de: Isabelino Siede- primera ed.- Buenos Aires: Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico, 2008.