Una vez una profesora de música de una escuela especial me contó, que estando en medio de un acto comenzó a cantar con los chicos una canción que siempre habían cantado, parecía otro día normal…pero no fue así, esta vez una emoción inmensa la inundo y contuvo sus lágrimas hasta el terminar la canción. Cuando logro finalizar el acto, sus compañeras le preguntaron por qué lloraba, ella se dedicó un momento a pensar.
Para ser maestra de música había estudiado desde los nueve años, ¡por doce largos años lo había hecho!, solo con una idea en la mente: enseñarle a los demás, sobre todos a los niños, la felicidad que produce el aprender a conocer la música, ya sea escuchándola, hasta tocándola. Pero en ese camino las cosas se le habían complicado… en medio de la carrera, su casamiento, el nacimiento de su hija habían modificado los tiempos y la carrera se hizo más larga… ¿Por qué seguir estudiando?... ella miro a su compañera que aún seguía esperando una respuesta y contestó… solo por darles alegría al corazón, ¡al menos por hoy!…lo soñé siempre y hoy al verlos es exactamente como lo imagine.
Entre medio de esos niños llamados especiales, existían historias de las más tristes hasta las más aterradoras. Niños con hambre, con frió, sin calzado o ropa para vestir, cada uno tenía su historia. Algunos de ellos eran crudamente abusados por todos los que deberían cuidarlos y llegaron muchas veces a la escuela buscando auxilio. Aunque se intentaron muchísimas cosas y aun no se dan por vencidos, no se puedo hacer mucho. Es muy difícil ver que hay días que por las lesiones físicas que les producen los abusos sexuales no se pueden sentar, lloran, sufren, golpes, malos tratos, gritos, un mundo que pareciera tenerlos olvidados… y en medio de todo ello, llegan a la escuela buscando un techo donde resguardarse, se sientan en la clase, y cantando con la maestra, tocando algún instrumento, comienzan a sentir el tibio paño a las heridas del corazón que es la música.
Muchas veces no se sabe que les sucedió ayer en sus casas…pero el ver sus caras no hace falta agregarles palabras, pero entonces llega la música y pone ritmo aun día negro pasado, pone ritmo al corazón muerto.
“Me preguntan por qué lloro”, decía, Y es que en medio de su canción pudo ver a sus alumnos cantar esta canción con alegría, con tanta sonrisa entre sus rostros que sintió que valió la pena cada uno de sus esfuerzos, que sintió el porqué de su vocación, el porqué de hacer lo que hace cada día, el porqué de dejar a su hija y su marido y dedicarse un tiempo para ellos… ¿Por qué?... por darles alegría a su corazones, al menos por hoy; al menos por un rato… porque al menos al cantar… esas sombras, ese mudo que los tiene atados afuera, acá no están; se alejan más y más cuando cantamos.
Termino de contarme: No sé si un día alguno de ellos va a cambiar el mundo, no sé si yo algún día lo haré…pero quizás esto sea parte de eso…por algo se empieza ¿no?...
Por eso cada día que piso la escuela me digo a mi misma…hoy ¡dale alegría a mi corazón!
1 comentario:
Muy bella historia gracias por compartirla,saludos.
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